Hace un tiempo se publicó en el Boletín del Colegio de Abogados un artículo dirigido a dar a conocer el derecho colaborativo como método para la resolución de conflictos. Fui su autor, y por ello en esos días recibí distintos comentarios de compañeros al respecto de dicho método. Unos lo veían con buenos ojos, otros con más suspicacias y dudas. Y han sido estas diferentes posturas las que me han llevado a darme cuenta de cómo necesitamos dotar a los procesos de una metodología, de una receta, de algo que nos asegure, en cierta manera, un resultado y luego cómo nos ponemos a discutir por la receta, por la combinación de los ingredientes, etc…
Digo esto, porque yo he estado ahí y en muchas ocasiones sigo ahí, adherido al método, a las fases de trabajo, a lo que dice el manual, a lo que se supone que tiene que pasar, al cumplimiento de unas expectativas. Esta obediencia al método supone un no mirar y ver lo que realmente, en este caso concreto y nuevo, está ocurriendo. Porque sólo desde la libertad de mirada y acción, incluso de dejar atrás los métodos que otros crearon para otras situaciones, podremos estar a lo nuevo, a lo que está ocurriendo en cada caso, a lo que es adecuado y necesario para el mismo.
Así que cuidado con convertir el método en el gran protagonista, no vaya a ser que olvidemos a las personas que tenemos delante.
salud !!!
;; orbe