Baja del autobús. Vuelve de la ikastola. Agotado y enfadado, sobre todo enfadado, muy enfadado. Tiene cuatro años y lleva en danza desde las siete y media de la mañana. Son las cinco de la tarde.
Así todos los días. Hasta que hoy ocurre algo diferente. Baja del autobús, cansado y enfadado y en un instante asoma una pícara sonrisa en su rostro y el ceño se desfrunce. El enfado se ha ido. Literal.
El truco, el descubrimiento lo cuenta luego: decirle al enfado que se vaya a jugar con unos amigos que están esperándole al otro lado de la esquina. Y dejarlo marchar. Sencillo, verdad?
De tan sencillo que es, asusta. Dejarlo marchar. Sin más.
salud !!!
;; orbe