Recuerdo el momento en que me abrió la puerta de su despacho en la Universidad.
Recuerdo sus ojos azules, sonrientes y atentos a un chaval que quería estudiar Derecho.
Recuerdo sus ánimos y sus historias de lo que él había vivido.
Recuerdo sus discos de música.
Recuerdo su despacho en la Audiencia Provincial de Bizkaia.
Recuerdo sus consejos.
Recuerdo su apoyo, su interés por ayudar.
Recuerdo (y maldigo) la mañana que nos despertó la radio con un disparo en la cabeza.
Recuerdo la llamada de teléfono confirmando lo que no podía ni debía ser.
Recuerdo su casa, su famillia abrazada en el dolor.
Recuerdo sus lágrimas.
Recuerdo su rabia.
Recuerdo su no creer posible lo imposible.
Recuerdo su dolor desnudo de adjetivos.
Recuerdo cómo todo saltó por los aires en un segundo.
Recuerdo los viajes al Juzgado.
Recuerdo mis lágirimas por no poder o no saber hacer.
Recuerdo a los Fiscales y Jueces.
Recuerdo a sus hijos.
Recuerdo a su mujer.
¡ Cómo no voy a recordar a su mujer !
Recuerdo hoy también a sus nietos.
Y vuelvo a recordar sus ojos, su mirada
y veo un infinito amor que sólo me hace llorar.
Ahora, en el Día de la Memoria, en el recuerdo de todos los días,
con lágrimas en los ojos, leo la dedicatoria escrita por él
en el libro que me regaló al inicio de mi carrera;
«Con un afectuoso recuerdo para quién sin duda será un excelente
profesional, y ya es un excelente amigo».
Por ti, para ti, Jose Mari. Te quiero. Gracias.
De tu amigo, Jose Juan Orbe