Destino, rumbo y travesía

Destino, rumbo y travesía

Cuando trato de explicarme y explicar mi trabajo utlizo la metáfora del viaje, lo que me permite diferenciar tres fases en el proceso de trabajo: el destino, la ruta y la travesía.

La primera fase hace referencia a la indagación y búsqueda de los intereses y necesidades del cliente para desde ahí trazar un objetivo, un lugar al que llegar,  un destino al que acudir. Esto que puede parecer una obviedad, en el ámbito de la gestión de conflictos, a veces, no está tan claro como pudiera parecer. Y ayudar al cliente a que encuentre sus intereses y ayudarle, caso de que sea necesario, a marcar un objetivo es, sin duda alguna, una labor que ya de por si misma tiene un alto valor.

La segunda fase nos remite a marcar un rumbo. Con el destino del cliente fijado el siguiente paso es crear el mapa y escoger el mejor rumbo que nos lleve al destino señalado. Al igual que en la singladura marinera se escoge la embarcación y la tripulación adecuada aquí debemos escoger el medio más adecuado para la resolución de la controversia que se nos plantea y enrolar el equipo de trabajo más adecuado para el viaje que nos proponemos emprender. Todo ello con vista al destino y al rumbo marcado, ni podemos ir en un buque mercante en una travesía por río, ni podemos pretender cruzar el océano en un gasolino.

Por último nos toca zarpar. Con un destino, un rumbo marcado, una embarcación idónea y una buena tripulación comienza la travesía. Y durante la travesía no estaremos libres de tempestades e imprevistos que, en ocasiones, nos harán variar el rumbo y, quien sabe si el destino, pero lo cierto es que en  todo momento sabremos qué hacemos y para qué lo hacemos.

Y son muchos los días que me tengo que recordar este esquema: destino-rumbo-travesía. Porque si no lo hago y funciono de una manera más inconsciente, más automática me encuentro con que, con las prisas de hoy día, zarpo sin saber el destino, sin haber valorado la idoneidad de la embarcación utilizada, sin haber reclutado la tripulación idónea, sin haber determinado los costes del viaje y hasta, en ocasiones, sin haber subido al cliente al barco. Y claro, viajando de esta manera, es muy difícil que nos encontremos a la vuelta a puerto con alguien esperando nuestro regreso con los brazos abiertos.

Así que ya sabeís cuando vengaís por aquí no dejeís de pedir que se trabaje en vuestro destino, rumbo y viaje.

Salud y buen viaje !!

 

;; orbe

;; orbe

;; orbe

Hijo, nieto y sobrino de marinos

Enrolar esa tripulación idónea, diversa y diferente para cada viaje en que nos embarquemos; fijar destino, escoger rumbo y zarpar junto con el cliente; esta es la magia de ;; abogacía artesana.